Sedienta tengo mi boca
de los besos que te dí,
y hoy solo poseo
el aliento de un recuerdo
amargo y desecado
de labios extrañados.
Saciar este árido sabor
se auna en silencios
de vocablos ofuscados
sin alcance de comprensión.
Me quedo sin palabras,
sin respuestas y sin habla,
tan solo me queda el gemido
de una garganta agria.
Devora el habla cuando el verbo
te pronuncia, y el eco
te pronuncia, y el eco
responde ausente de entrada.
Mi voz no deletrea,
intenta por momentos ingerir
tus vocablos, uno a uno,
sin apremio, lentamente,
para no quedarme sin voz
y poder gritar alguna vez
la sed que tú dejaste.
De la fuente hay que saber beber
porque el agua te da vida
o te la quita de una vez.
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