El vació recorre mi pensamiento
haciéndome esclavo
del sabor de lo amargo.
Ese sabor que abre heridas
lejanas y frescas
que yacen tenaces
sin encontrar respuesta.
Instantes sin sonido
perfilan mi mente
en espacios reducidos,
intentando hacerlos míos
en un tiempo interminable.
Mezcla de alientos
mutilan el silencio
perturbando la calma
que por instantes embriagan
la paz de mi alma.
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