Desplegar las alas
en pájaro herido
te debate en el vuelo
sin caer al precipicio.
El aliento se corta
entre la garganta y el pico
y las patas se encogen
a la altura del ombligo.
La cola te arrastra
pidiendo clemencia,
a la vez que el pecho
te presiona el alma,
sin tu quererlo.
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