Recosté mi cabeza
sobre la almohada
cerrando mis ojos
al ruido estridente
de bocas movedizas.
El sueño se apoderó
de mis cansados oídos
portando mi ánima
a los pies de tu presencia.
Adormecida me sentí,
extasiada ante ti
con tu espíritu evocador,
y supe por un instante
que siempre estuviste ahí.
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